Comentario
Con todas las limitaciones que se quiera, las Cortes eran la voz del reino. La división de los reinos de Castilla y León, entre los años 1157 y 1230, época de la génesis de la institución, explica que las Cortes surgieran separadamente en ambos núcleos políticos. Pero la unión de los reinos y la petición de los procuradores del tercer estado (en la reunión de Burgos del año 1302, convocada exclusivamente para el reino de Castilla, pidieron a Fernando IV que en adelante, cuando reuniera Cortes, "las faga con todos los ommes de la mi tierra en uno") explican que desde comienzos del siglo XIV hubiera una única institución para todos los territorios de la Corona, las Cortes de Castilla y León.
Puede afirmarse que la decimocuarta centuria fue la época de apogeo de la institución, y en particular las tres últimas décadas del siglo. Por de pronto, la convocatoria de las Cortes fue muy frecuente en todo el siglo, si exceptuamos el reinado de Pedro I. Asimismo numerosas ciudades y villas enviaban representantes a las Cortes: cien asistieron a la reunión de Burgos de 1315; cuarenta y nueve, a la de Madrid de 1391. Pero lo más importante, sin duda, fue el papel desempeñado por la institución en los grandes acontecimientos de la época. Limitándonos a la primera mitad del siglo recordemos que las Cortes tuvieron algo que ver con la constitución de la Hermandad general de 1315, con la promulgación del Ordenamiento de Alcalá de 1348, o con las medidas contra los efectos de la peste negra en Valladolid en 1351.
El período culminante de las Cortes coincidió con el reinado de los primeros Trastámaras. Enrique II, en parte para distanciarse de la política seguida por su hermanastro Pedro I, pero también porque estaba convencido de que la institución era una buena caja de resonancia proyectada sobre el conjunto de sus reinos, convocó frecuentemente a las Cortes, aprovechando sus reuniones para proceder a importantes reformas. En tiempos de Juan I, por su parte, las Cortes tuvieron un indudable protagonismo. La reunión de Segovia del año 1386 fue utilizada por el rey, que se hallaba en una situación delicada, como plataforma para buscar un apoyo inequívoco de sus reinos. Las Cortes de Briviesca del año 1387 aprobaron un ordenamiento de leyes de suma importancia, añadiendo que lo acordado en una reunión de la institución tendría un valor superior: "que los fueros valederos e leyes e ordenamientos que non fueron rrevocados por otros, non sean periudicados synon por ordenamientos fechos en Cortes, maguer que en las cartas oviese las mayores firmezas que pudiesen ser puestas".
Por eso se ha dicho que fue en esas Cortes cuando más cerca estuvo el tercer estado de alcanzar una participación efectiva en las tareas legislativas. Asimismo los procuradores del tercer estado manifestaron en Briviesca su deseo de hacer un seguimiento del gasto del dinero que concedían al rey: "nos pidistes por merçed que vos mandasemos mostrar en que se despendio aquello con que nos servieron estos nuestros rregnos este anno".
Las últimas Cortes convocadas por Juan I fueron las de Guadalajara, del año 1390. Así las cosas no tiene nada de extraño que L. Suárez haya calificado al período 1386-1390 como la pleamar de las Cortes. Es posible que después de esas fechas la institución retrocediera, aunque todavía las Cortes de Madrid de 1391 tuvieron un notable protagonismo, al encargarse de organizar la regencia de Enrique III.